domingo, 16 de noviembre de 2008

Para viajeros como yo


Viajera en un mundo sin fronteras

en un eterno ir y venir

de eternas despedidas sin echar raíz.


Camino de lágrimas que surcan mi cara

cada vez que llego o me voy

Cada que se van de mí las visitas itinerantes

que hacen campamento en mi pecho

para dejarme esta sensación de vacio

estas ganas de raíz en tierra buena

y de llegar, al fin, a mi destino


Viajera, gitana nómada, con hogar a cuestas

sólo me queda el caminar

y las ansias de volver a regresar.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Cuando no sé de ti




Cuando te vas, paso días acostumbrandome a tu ausencia
recojo los pedazos que dejaste regados por todas partes
me pierdo en los cajones cambiados y deseo escuchar tu voz.

Me hundo entre las sábanas, buscando tu olor
y miro al vacio deseando encontrarte en el espacio en que no estás
planteando conversaciones, en las que imagino tus respuestas

Me acompañas, estando en mí, corres por mis venas
porque cada célula de mi cuerpo y cada gota de mi sangre
tuvo su origen en ti, en tu vientre, desde que comencé a existir.

domingo, 26 de octubre de 2008

Los domingos, como siempre




Me despierto entre seis y siete y veo los primeros rayos de sol entrar por las rendijas, el aroma del café en la cocina, una constante de los últimos tiempos, desde que la cafetera es programable y su ahora me lleva a pensar que alguien lo ha hecho por mí.
Me estiro, perezosa, buscando la excusa para quedarme calientita bajo la cobija, mis manos acarician mi piel, suave y cálida y extraño un roce distinto. Las mentiras que nos contamos al borde de la cama, sin que nada cambie.
La gata, melindrosa, se sube a mi cama, pidiendo cariño con su ronroneo y me doy cuenta de lo parecida que somos. Mimosas al extremo, esperando el roce amable. Y entonces recuerdo aquel cuento Zen, de dejar la cama de inmediato al despertarse, como si se tratase de un par de zapatos viejos... ah, pero que cómodos son los zapatos viejos.
Hago un repaso aterrador de la lista de deberes que debo hacer y corro al baño y luego a la cocina a abrazar mi taza preferida y beber un sorbo de café... la voz de mi madre en la cabeza, recuerda tu medicina, las vitaminas y el calcio... luego dirán que un mensaje repetido mil veces tenía efecto. Y me embobo con los hilos sueltos de mi pijama, renuente a quitármela... termino mi café y los vapores de su aroma me llevan a tu boca, con sus terrones de azúcar y la nube. Entonces, entonces te respiro y bebo el último sorbo que me queda de ti.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Vistes mi alma de alegría

Quisiera vestirme de sonrisas
de gestos alegres, coloridos
quisiera arrugar la cara contra tu mejilla
apretarte cuando estás desprevenida
y verte sonreir calentando mi universo

Quisiera no sentirme tan sola cuando no estás.
Verás, suceden las mismas cosas
hago mi vida de la misma manera
pero tú me faltas

Tus "te quiero" cuando traes el desayuno
cuando inventas la merienda
cuando imitas la ambulancia
cuando no te quejas y sonries

Tus consejos cortados por mi impaciencia
resuenan en mi mente y termino obedeciendo
en medio de mi desidia cotidiana
con tal de traerte a mí

Quisiera no extrañarte tanto
disfrutarte menos, sentirme menos cercana
pero eres lluvia que empapa, alegría que contagia
emoción que conmueve y emborracha

Apenas te has ido y sueño con tu regreso

martes, 14 de octubre de 2008

Alma de niño





Se me acabó la niñez una tarde a finales de verano
pero no las ganas de ser niña,
de reir sin razón aparente por aquella travesura
que a escondidas, detrás del sillón, hicimos.

Aun me río con la risa espontanea,
aun saludo mirando a la cara y sonrio
Aun espero despierta a media noche la vispera de Reyes

Aun salgo con prisa, corriendo por las veredas
con el cabello al viento y el sol pegando en la cara
sin pensar en la crema o en las arrugas

Y es que, ser como un niño es vivir de verdad
sin deberle a la vida, sentir
el palpitar del corazón en cada poro.

Es lanzar una piedra a un lago y quedarse a ver las ondas,
es nadar desnudos en las lagunas de las tardes soleadas,
es llorar con todas las lagrimas la muerte de un ruiseñor

Es vivir con el corazón ligero,
con la sonrisa facil
con el gesto sincero

Vivir con alma de niño es pintar con todos los colores
las páginas de la vida, aunque a veces se le dé
con el codo al tintero.

lunes, 13 de octubre de 2008

Mi Nani



Esto parece que fue hace mil años

apenas dabas pasitos y balbuceabas palabras,
yo gateaba por el piso tras tus pasos
y trataba de dibujar sonrisas para la mejor foto.

Tenerte, siempre ha sido un milagro.
Como un pedazo de cielo que se pegó en mi vientre,
me diste sin saber el gozo supremo de saberte
cierta dentro de mí.

Mi vida se partió en dos con tu llegada,
antes era, pero nunca sería lo que soy de no estar tú
en mi vida... octubre te trajo a mi vida,
el otoño se hizo tiempo de alegría
y tu vida me da vida, una nueva, grande y maravillosa.

Gracias mi Nani, eres con mucho mi mejor día,
tú me vestiste de madre, para tu hermanita,
eres la luz de mi consciencia y el desvelo de mis noches.

miércoles, 8 de octubre de 2008

No hemos vivido en vano


Y si al final de nuestros días,
cariño mío, nos damos cuenta que hemos corrido
sin freno para llegar a una meta incierta
jamás alcanzada...
¿Lamentaremos el tiempo recorrido?
Seguramente no, porque cada segundo
que hubiera estado contigo
pagaría con creces la incertitud de tu amor.

Y si un día el otoño cae sobre nuestros hombros
y un duro tiempo invernal nos enfría los pasos,
y el espíritu,
¿lamentaremos los besos que a escondidas nos dimos?
Ciertamente no, porque el calor de tus labios en los mios
es capaz de derretir mil tempanos de hielo y hacer correr
la sangre por mis venas a velocidad abismal.

Y si un día el olvido te toca la frente,
¿Lamentarás entonces cada recuerdo mío?
Definitivamente no, porque cada souvenir te parecerá un sueño repetido,
un déjà vu, de una vida pasada que seguro tuvimos y que vive en ti,
como un holograma nitido en cada una de tus celulas y tejidos.

No, cariño, no hemos vivido en vano.

martes, 7 de octubre de 2008

Parten tras tu huella

Y mis recuerdos parten tras tus huellas de pasos cansados. Como parten las hojas tras el viento, con un rumor de olas, despeinando la acera. Tus palabras cariñosas, para la nena consentida que soy ante tus ojos, tu mi primer amor. En tus ojos me veo niña, siempre.

De tu mano aprendí a no tomar riesgos verdaderos, y volé sobre acantilados cuando me perdía de tu vista protectora, porque nada podías hacer para impedirlo. Sí, me hubieras guardado con mimo sólo para ti. Pero un día me viste mujer, te peleaste con el tiempo que te había surcado la cara y protestaste en silencio, mientras me viste partir.

Ahora vuelves año a año, con tus pasitos cansados, con las mejillas perladas, por las lágrimas de un tango, que te baila por la pista de la niñez arrancada, efímera, terriblemente corta. Me miras y, ante tus ojos, por momentos crees ver a esa niña de otros tiempos, que se escurre entre tu cama para espantar los miedos.

Y mis recuerdos parten contigo, llevan valija cargada, como si cada hasta luego se tiñera de adiós, como si cada partida, fuera un anticipo de la frialdad lejana de un lecho eterno, que no sabrá guardas como yo, las memorias de tus besos.

Se me estrangula el “te quiero” en la garganta y el deseo de dormir mecida y arrullada por tu presencia y el corazón me estalla de ganas de raptarte y esconderte el pasaporte, para que no puedas partir.

domingo, 20 de julio de 2008

Los chicos



Los chicos


Reviviendo memorias, frente a los albumes de fotos de la infancia, mil años de historias se atropellan en mi cabeza. Pobres pero felices, eso nos define bien y unidos, como uvas al racimo y racimos a la vid.

El compromiso de cuidarnos unos a otros, de camino a la escuela, en la mañana y en la tarde y de vuelta, los juegos furtivos en la plaza de la parroquia, correr desnudos por la terraza de la casa, sintiendo el sol tropical arder a nuestros pies, en el piso de terracota.

Los juegos a la casita, bajo la mesa del comedor, el cepillo de frizar era nuestro televisor, y las sábanas de la cama de mi mamá eran las paredes improvisadas de la tienda de campaña, donde reproduciamos algo que conociamos bien: la familia.

Como una seguidilla en fila india, desde el mayor al menor, cada uno con su pareja, ibamos de dos en dos, 3 pares, media docena. Mi mamá, aun nos cuenta para ver si estamos completos y hoy se dice, qué poquitos, sólo son seis... pero en una época, cuando el mayor tenía doce, los pocos eramos mucho con qué lidear. 12, 11, 10, 7, 4, 1 no es nada facil, lo sé.

Dos trios de necesidades, dispares, complejas, media docena de abrazos, una docena de manos, que juntas conforman mi red. Y van quedando los chicos, los hijos de la Lopera, que aun no llegan a seis; aun creciendo separados, se han aprendido a querer.

Las caritas de mis niñas, se preguntan curiosas, si es cierto que su mami fue niña, alguna vez, más sorprendidas aun, al verme junto a sus tios, corriendo, jugando, alegres, llorando en alguna foto, y entienden pronto un mensaje, encriptado y misterioso, pues cuando sean grandes, también miraran atrás y se recordaran como ahora, pequeñas en un continuum que nunca va a terminar.

martes, 1 de julio de 2008

El patio de atrás



Mi bisabuelito Ángel María, era jugador y parrandero y adoraba "echar gallo". Las peleas de gallo para él eran un vicio impasable, bebía aguadiente y guardaba su mejor gallo para la pelea de las seis.

El patio de atrás de casa de mi bisabuela era un campo mágico, que daba a la selva tropical
y allí, en pequeñas jaulas, estaban las promesas de estrellas, cada una contenia un gallo.

Gallos inútiles, ni siquiera pisan gallina, muy cuidados, de picos afilados, y espuelas recortadas, afeitadas las patas para verse fuertes. Y las pocas veces que fui al patio de atrás, sentía que el sol me encandilaba los ojos, que pasaba por un pasadiso de tiempo y que no había ya otras casas, sino puro monte. Una gran selva, que daba al caño de un río.

De la mano de mi abuela, caminabamos entre las jaulas, ella viejísima, sequíta, Mama Pancha, era muy delgada, nunca supe si tenía dientes, me decía que los gallos eran cosa de hombres y que no era de mujer decente ir a las galleras. Yo tercera en todo, era la tercera de sus bisnietas, las veces que la vi, provocaba abrazarla, era como un Ángel, qué mujer tan buena. No decía malas palabras, tenía buen sentido del humor y todo mundo la llamaba Mama Pancha...

José María le dió mala vida y tres hijas hembras, un hijo postizo que quizo como propio y los gallos, comprados en remate y entrenados para las peleas. Poco a poco se los fue dejando al compadre. Eso no era negocio de mujeres.

Mama Pancha, murió cuando yo tenía catorce años, mi mamá me despertó, sentada allí, al borde de mi cama, y me dijo, murió mama Pancha, quise llorar y mi mamá me detuvo y me dijo, no llores hija, mama Pancha se quería morir, hace tiempo dijo que se cansó de comer arepas. Y no lloré. Ella tenía más de 100 años.

Creo, firmemente, que allá en Barquisimeto, a dónde la llevó a vivir José María, en la calle 52, pasando al patio de atrás, luego que el sol te hiere los ojos, allí está Mama Pancha, discutiendo bajito con José María sobre los gallos. Y me ve y sonrie, "vaya mija, esto no es cosa de mujeres" y no me fijo, en sus dientes, sino en los mil caminos que los surcos de los años han dejado en su cara, en su vestido de florecitas negras y blancas de medio luto, y entonces veo a José María, con el brillo en los ojos pesando el mejor gallo. "Este sí, este sí"

Y entonces, cierro la puerta del patio de atras, se pierden las matas de mango y de mamón, se pierde el brillo del sol, a través de sus ramas y entro a la casa, a la vida de los vivos, ami presente.

Dos rincones, dos recuerdos



Cuando yo era niña, la playa quedaba a una hora de camino
de Caracas, bajabamos a La Guaira, escuchando
a Nicola Di Bari regalarnos todas las gaviotas
y los pájaros que hay...

Una vez, en la costa de Macuto,
cerca de la plaza de las palomas, me perdí.
Recuerdo que nadaba muy bien
y mi papá me dejó a la orilla con un flotador.
Me puse a jugar en la arena y un bombero
asumió que me habia perdido y me llevó a
la cacerna, dónde pasé el resto de la tarde,
mientras mi papá me buscaba...

Al llegar, yo estaba tomando Pepsi,
meciendo la pierna, mirando hacia el mar,
y luego del sermón de los bomberos
mi papá, entre enojado y feliz
me decía que no lo hiciera más.







Ya más grande, adolescente, hicimos una excursión,
subiendo desde Caracas, en la Pastora,
por el Camino de los Españoles
que unía La Guaira con Caracas.

Es un camino de tierra, usado por los españoles
durante la colonia, para traer las mercancias
que venían por barco, tambien los exclavos.
El trayecto está lleno de historia, de pequeños
fuertes y refugios, usados para la defensa
de los comerciantes.

Cargados, se hace el camino en dos días,
nosotros hicimos ese recorrido en unas 8 horas.
Terminamos muertos de cansancio, llegamos a La Guaira,
justo detrás de la casa Guipuzcoana, sin ganas
de playa y con deseos de regresar usando
la autopista...

sábado, 28 de junio de 2008

Cercano a mi niñéz




Día a día,
desde los seis años,
mis pies pasaban por frente de esta iglesia.
En esa plaza, corría luego de la escuela.
Al fondo, detrás del fotografo,
hay una estatua de Rafael Urdaneta,
dónde mi hermano jugó a ser
spiderman, sin poder bajarse.

Entrando a la iglesia,
crema y oro
detrás de del altar menor,
hay un patio interno
y al lado el pasaje a mi escuela.



En el atril antiguo, frente el altar central
el padre daba sólo la misa solemne
El coro de mi escuela -yo entre ellos-
cantaba los salmos, desde el balcón.

Nubes de nostalgia,
recuerdos lejanos.
En el altar menor
se casaron mis padres
por la iglesia.
Y fuimos sus pajes,
yo y mis hermanos.

Olor a incienso,
noviembre día de muertos
misa pagada, por un año
de la ausencia de la abuelita
y el vestidito de pat'e gallo,
para no guardar luto cerrado

Madrugada de diciembre,
patines y bicicletas,
saliendo de la misa de gallos
y el corazón alegre
por las calles cerradas
y el sonido de gaitas
y aguinaldos

A los flancos de la iglesia
un cartel en marmol reza:
"Nadie es tan malo que no pueda entrar
Nadie es tan bueno que no lo necesite"
Y en el altar menor, Jesús misericordioso
abre sus brazos y derrama bendiciones.

Una vez, hace tiempo
cuando yo era niña
y cantaba salmos
iba a esa iglesia.

martes, 1 de abril de 2008

Ojos verde gris. Melancolía, ese debió ser tu nombre

Mi papa, es hijo de una mujer que nació bajo en signo de la fatalidad. A los 5 años queda huerfana de padre y madre. A sus padres los mato la peste, que viajo con ellos en el barco que los trajo de Europa, no se bien de dónde. La crió una familia cercana a sus padres, hasta que tuvo 14 años. Tenía la desventura de ser mujer, en una época dónde eso significaba menos que ser una perra, una mula o cualquier cosa. Si no tenias apellidos o plata, cualquier hombre podia tomarte en la calle y llevarte como ganado realengo.

Y asi fue como echada de la unica familia que conoció hasta entonces, para probar suerte, salió al borde del camino, de uno de los tantos pueblos olvidados de Dios, en Venezuela. Y pasó un hombre por la carreta, que le ofreció llevarla a algun sitio. La recojió y la hizo suya.

Tuvo suerte. Él acostumbraba a sonsacar niñas jovenes, muy jovenes, tantas como el dinero le permitía mantener. Las metia en una de las diferentes casas que tenía, y se apoderaba de ellas. De hecho, tenía varias mujeres y en casi todas tenía hijos. No era bueno ni malo, solo era un macho, insatisfecho, que tenia mujeres para su placer, pero siempre amanecía con su esposa. Ese era su orgullo, decir que jamás pasó una noche por fuera. ¡Ay, el Sr. Antonio!

Quedó prendado de Claudina, ella tenia una belleza lejana, melancólica, con una tristeza perpetua, que se dibujaba en sus ojos verdes claro, en su cabello amarillo, claro muy claro y en su piel blanca, blanquísima. Era apenas una cria cuando conoció a Antonio. Él se dedicaba a la construcción, como jefe de obras ganaba como un arquitecto de nuestros tiempos y lo gastaba en mujeres, con la ventaja de que a cada una le ponía una casa. A una de esas casa llevo a Claudina, la vistió, le dió de comer, la sedujo y la embarazó. Pero como la felicidad no era para ellas, tuvo 5 pérdidas antes de dar a luz a su primera hija, años despues naceria la segunda (de quien heredé el nombre) y luego un tercero, el único varon que casi la mata y muere él en el parto. Él es mi papá, lo bautizaron la misma noche de su nacimiento, por miedo que muriera sin ver la gloria de Dios. Mi abuela quedó en cama, apenas si alcanzó a darle un nombre: Daniel.

Soy mestiza, por dónde me mires. Antonio, a quién sólo vi una vez, era hijo de una mulata con un indio. De él herédé los crespos y la nariz ancha que tanto te gusta. De Claudina, esa nostalgia eterna, de aquello que no se conoce. Tenía los ojos verdes claros, casi grises y el cabello ya blanco cuando la conocí. Apenas estuve con ella, murió cuando yo tenía 6 años.

Recuerdo que pasé con ella unas vacaciones de verano, la recuerdo peinar sus trenzas frente a la tele, el cabello le daba a la cintura, ya sus ojos no tenian el reflejo de color alguno, eran grises. Se sentaba frente a la tele sin ver, sólo pasaba una y otra vez el cepillo, con la mirada perdida, quién sabe dónde. Cuando venía papá, se encerraban en la salita, ella se acomodaba en la tumbona y le decía:

- pon un disco, Danielito.

Y mi papá ponía un disco de Gardel y se sentaban los dos en silencio y se emocionaban hasta las lagrimas, mientras escuchaban un tango. Todo ese verano dormí con ella, en su cama adoselada, de cuartos de techo alto, con tragaluces en forma de lunas. Su casa de patio interno y de cocina enorme, se convirtió en una pensión. El piso de cemento blanco pulído, con pintura en forma de plumones de colores rojo y verde, apenas se conservaba en la salita, dónde las filigranas doradas, de las paredes, vibraban aun con la voz de Gardel.

(Mi Ángel, no se por qué te cuento todo esto. Es la historia de mi familia y nadie se atreve a repetirla más de una vez, porque es una historia triste. Cuando te digo esto, hay lagrimas en mis ojos y un deseo inmenso de llorar, que contengo sólo para seguirte contando de mí).



martes, 25 de marzo de 2008

El principio, no es nunca el comienzo


Naci en la madruga de un domingo 15 de septiembre, en el año del mono, como tú sabes.
Era la tercera de un total de 6 hijos que tendrian mis padres, mi mamá me parió con un sentimiento de culpa, muy grande porque salió embarazada cuando mi hermano mayor tenia sólo 3 meses.

Y aunque feliz de recibir una niña, ya que tenía 2 varones, ella sentia que le quitaba parte de su afecto a mi otro hermanito. Justo ese mismo día era la fiesta de cumpleaños de David, quien nacio un año antes, el 11 de septiembre.

Bueno, como verás, habia fiesta, pero no por mí. Mi papa llego al poco rato de yo haber nacido. Fue amor a primera vista, de una vez me cambio el nombre. Mi mamá me queria llamar Diana y mi papa me nombró Carmen Cecilia. Siempre he dicho que son las madres quienes deben nombrar a los niños. Ellas sienten su energía. Pero eso era muy evolucionado para él, que tenia antojo de nombrarme Carmen, por la virgen (no te rias), de quién él era muy devoto y Cecilia por una tía, que no es santo de nuestra devoción. Aunque me gusta mi nombre, me pregunté durante mucho tiempo que habría pasado de llamarme Diana.


Viví una infancia con muchas privaciones, durante 3 años fui la más pequeña. Todo un privilegio. Pero mis padres eran de origen muy humilde, y viviamos en casa de la abuela de mi mamá, quien la crió. Ya que mi abuela era muy ligera de cascos y tenia en su haber tantos maridos como hijos, a cada uno le habia parido. Mi mama corrió con la suerte de ser una flor en el fango, mis abuelos, inmigrantes españoles (González - Montes), habian llegado en barco, tuvieron 3 hijas. Todas llegaron a trabajar en bares de mala muerte en el arrabal de la ciudad, de un país neo-petrolero, que siembra pobreza en todas las ciudades, antes de sembrar progreso.


Mi mamá en cambio, se cuidó de esa vida, era muy devota y virtuosa, estudio toda la primaria, hasta terminarla y llego a hacer sus estudios secundarios completos, antes de conocer hombre. Eso era todo un logro, en esa época. Se debió seguro a su calidad personal y a los cuidados devotos de su abuelo José María y Mama Pancha.


Bueno, mi papá, toda una joya, para su tipo buen mozo, mujeriego, parrandero, culiador. Se enamoro de mi mamá por lo impenetrable, por diferente, por fuera de lote y ella de él porque los opuestos se atraen. Mi mamá tiene el cabello negro azabache, liso, brillante, un poco más oscuro que Adriana, mi hija. Mi papá le decia Negra, que aqui en Venezuela, se le dice Negr@ al más querido, consentido, de la familia. Mi mamá era su Negra, aunque es morena.

La mirada perdida


Son muchas las historias que me han contado sobre los miembros de mi familia. Tengo en mis recuerdos imagenes danzantes con velos de gitana. Nómada, perpetua emigrante, que en cualquier sitio hace su nido y que cada día contruye un hogar.
Las cosas no son como son, son como se recuerdan y tenemos la capacidad de crearnos, a partir de esos fragmentos de historias de las que componemos nuestros recuerdos.
Tomamos un trozo, lo miramos y nos reconciliamos con ese pedacito de nosotros, y lo integramos al ser que somos hoy.
Quiero invitarlos a este viaje, un viaje hacia la memoria perdida, entre los recuerdos de la gente que hizo posible mi existencia en este mundo.